Conflictos en el aula: La culpa siempre es de los otros...

Como adultos, tenemos la responsabilidad de inculcar tres cuestiones básicas para fomentar la convivencia en sociedad y la buena educación

Los maestros sabemos muy bien que en cualquier conflicto que se dé en una aula o patio de la escuela, los alumnos de cualquier edad (pocas son las excepciones) siempre se sacan la culpabilidad utilizando versiones y argumentos diversos:

  • El más simple y directo: "Yo no he sido, ha sido él..."
  • Quién justifica la actuación: "Sí, yo he hecho tal cosa: pero es que él ha hecho tal otra..."
  • Quién rehúye el conflicto apelando a un hecho accidental: "Ha estado sin querer..."

En la mayoría de casos el alumno regañado, castigado o amonestado argumenta que alguien otro también estaba implicado o todavía lo ha hecho peor y nosotros no nos hemos sabido dar cuenta. Y casi siempre consideran "injusta" nuestra actuación y así nos lo hacen saber de forma reiterada hasta hacernos perder los nervios.

El caso es que la esencia humana tiene tendencia a no querer reconocer los errores propios aunque la evidencia se emperre a demostrarlos y el hecho de acusar los otros, parece un deporte nacional, porque los insultos, el "y tú más" y las discusiones se extienden en todos los ámbitos de forma natural y generalizada: en el Parlamento, entre forofos de diferentes entidades deportivas, a las calles o en las redes, donde las piadas con comentarios despectivos están a la orden del día. Y claro, las criaturas, que nos tienen como referentes, hacen el mismo que nosotros.

En las escuelas nos hacemos un hartón de trabajar este tema con argumentos contundentes:

  • "Es igual el que hayan hecho los otros. Ahora me estoy dirigiendo a tú..."
  • "Has tenido mala suerte, porque yo te he visto a tú, no a él..."
  • "Independientemente del que él haya dicho, tú no puedes responder con violencia..."
  • "Tú no estás aquí para decir qué es justo y que no, las normas hay que cumplirlas."
  • "Yo soy una persona adulta, no te tengo que pedir permiso para hacer el que crea conveniente..."

Es un desgaste que los docentes conocemos muy bien y que actualmente se está incrementando exponencialmente, porque parece que a los niños de hoy los tenemos que dar explicaciones por todo en todo momento, tanto en las escuelas, como las casas.
Es por eso que los adultos de referencia (maestras y padres) tenemos que insistir y continuar picando piedra. Por mucho que nos cueste, tenemos que ser inflexibles ante determinadas posturas infantiles. No para querer imponer nuestra voluntad, que ya de por sí sería un motivo suficiente, sino porque uno de los pilares fundamentales de la educación es el hecho de inculcar que es necesario actuar siempre con educación y corrección y que, cuando no lo hacemos, el más honesto es admitirlo, posar remedio y asumir las consecuencias, si se tercia...
Así pues, como adultos que somos, tenemos la responsabilidad de inculcar tres cuestiones básicas para fomentar la convivencia en sociedad y la buena educación:

  1. Hay que hablar siempre con corrección, a pesar de que los otros no lo hagan.
  2. Hay que respetar las personas que nos rodean y el entorno.
  3. Cuando nos equivocamos, hay que saberlo admitir las consecuencias.

Y para conseguirlo no nos queda otra que predicar con el ejemplo y ser contundentes cuando sea el momento. No resulta sencillo, porque las criaturas son muy insistentes y porque a menudo nos posan contra las cuerdas; pero no tenemos que entrar en su juego. Hay que ir contra la corriente y hacerlos ver que es importante moderar el lenguaje y ser educados, aunque los otros no lo sean. Es cierto que mientras la sociedad no cambie su patrón, será muy difícil conseguirlo; pero por muy difícil que sea, no tenemos que dejar de intentarlo, porque afortunadamente, muchos son los adultos comprometidos con la buena educación de sus hijos. Entre todos, de alguna manera tenemos que poder contrarrestar la grosería y la mala educación que solo unos cuántos extienden por las redes.