Aspectos educativos innegociables

Cuáles son los aspectos educativos innegociables?

Dicen los expertos que nuestra manera de ser y de hacer está muy condicionada por dos aspectos muy diferenciados: nuestra genética, que viene de serie en nuestro ADN y que no podemos modificar y el entorno en el cual crecemos, porque es evidente que el lugar, las condiciones ambientales y la situación familiar que nos rodea influenciará en nuestra manera de actuar el resto de nuestra vida y nuestra base en aspectos educativos.

Así pues, los ímputs que recibe un niño desde el primer momento de vida son importantes en la configuración de su manera de ser. Y es responsabilidad de todos adultos que formamos parte de su entorno (padres, madres, abuelos, maestros y educadores varios…) inculcar una serie de valores y normas de buen comportamiento básicos que tendrían que potenciar la buena conducta de los niños desde el minuto cero con los aspectos educativos.

Los maestros son una parte muy importante de este engranaje, porque las criaturas pasan con nosotros muchísimas horas al día; pero las familias tienen que ser muy conscientes que no pueden dejar esta responsabilidad sólo en la escuela y que el ejemplo y la constancia de todos los adultos son fundamentales para conseguir que los niños y niñas interioricen las normas básicas de los aspectos educativos de la buena educación.

El que queremos reivindicar en este artículo son los aspectos más obvios y más básicos de las normas de conducta y de los aspectos educativos. Los hemos denominado aspectos educativos innegociables y son la esencia de la buena educación, aquella que tan bien conocen nuestros abuelos y que a veces los padres actuales cometen el error de dar por sabidas y por ententes, olvidando que los niños las tienen que interiorizar poco a poco y las tienen que hacer suyas en todo un proceso que hay que trabajar día en día semana detrás semana, año tras año de forma constante…

Los aspectos educativos innegociables:

  1. Saludar cuando llegan a los lugares y despedirse cuando marchan. Siempre. Sin excusas.
  2. Pedir las cosas por favor y dar las gracias. Siempre. Sin excusas.
  3. No interrumpir una conversación y aprender a esperar pacientemente a que las personas que hablan, acaben y puedan estar por ellos.
  4. No quejarse sistemáticamente cuando se impacientan. Hay que aprender a esperar y hay que saber aburrirse.
  5. Pedir permiso para hacer las cosas y aceptar la respuesta si es negativa.
  6. No pedir explicaciones continuamente a los adultos. A veces las cosas se tienen que hacer porque sí. O no se tienen que hacer, porque no.
  7. Hay que enseñarlos a saber perder y a saber ganar.
  8. A reconocer sus errores y no mentir cuando se equivocan.
  9. No los tenemos que permitir que comparen el que ellos hacen con el que hagamos nosotros, porque nosotros, como adultos que somos, podemos tener unos privilegios que no tenemos por qué justificar.
  10. En definitiva, tienen que entender que no son el centro del Universo, todavía lo sean del nuestro.

Tendremos que recordar que los adultos somos nosotros y los tendremos que hacer entender que ellos no mandan, que la educación es innegociable, que no son el ombligo del mundo, que a veces hay que esperar para conseguir las cosas, y que hay que dirigirse a todo el mundo de manera correcta y educada. No podemos ceder ni a la inmediatez que piden constantemente ni a sus pataletas, aunque nos cueste.

Y no siempre nos saldremos…

A menudo estaremos cansados y tendremos ganas de caer en la tentación de darlos el que piden; perderemos la paciencia y olvidaremos los buenos propósitos y seguro que en más de una ocasión nos mostraremos incoherentes…

Cuando esto nos pase, nos tenemos que perdonar y tendremos que volverlo a intentar. Sin rendirnos y sin caer en la trampa de dejar que sean ellos quienes acaben mandando. La buena educación está en juego, y es del todo indispensable para ir por el mundo y para conseguir una buena convivencia en todos los ámbitos de nuestra vida.

No tenemos que renunciar nunca a transmitir los aspectos educativos innegociables a nuestros hijos y a nuestros alumnos. Es nuestra obligación y nuestra responsabilidad como adultos que somos.